Debo escribir,
me he venido diciendo regularmente,
para no perder la costumbre de hallarme buscando,
quizás,
la idea brillante que faltaba:
la historia de ocho palabras de algun chino,
el cuento circular de los años,
el poema que me resisto,
la biografía bien documentada de una ballena,
la crónica sangrante y lechosa de una flor de pascua,
un ensayo sobre las pesadumbres del péndulo...
De escribir me acuerdo ahora, y entonces la inspiración,
cruje,
se machaca,
se hace polvo en mis dedos,
porque ahora me recuerdo diciendo que Debo de pintar.
Y entonces pinto.