Habitaban el valle un jabalí rechoncho, oloroso y enamorado de, y una cotorra bien cotorra.
Sobre la inmortalidad de los cangrejos rojos del río,
del inconstante azul del cielo durante días y noches más en el valle o más en la cumbre,
de la primavera y las flores y del invierno y los cementerios de hombres...
del tiempo, la materia y su finitud...
conversaban día tras días sin cortapisas otras que las de cerrar los ojos para seguir hablando en los sueños.
Un día, al volver de visitar a las cigueñas se decantó la discusión sobre
el amor de los otros y los juramentos "nunca y para siempre".
Dijo la cotorra que:
que bueno que tu y yo seamos diferentes.
Contesto el jabalí:
amiga mia, tu y yo somos diferentes, basta con vernos jabali y cotorra.
Cotorra:
que no es solo eso, y si serás un chancho! hablo del amor entre jabalies y cotorras.
Jabalí:
en mi defensa habré de decirte que no cualquier chancho ¡eh!, no uno refinado y perfumado, pero eso si, uno enamorado de usted.
Cotorra sonriendo:
¿que haría yo sin tí? ¿cuál el objetivo final, la estrategia sin su chanchura? no me deje usted por favor.
Jabalí:
No, no la dejo. No mientras tenga el poder de decidir y mi estancia a su lado la entienda como voluntad insumisa. No mientras yo no te diga ni pretenda que dejes de ser tú para mi o que sea yo sin mi por ti. Es cuestión de libertades, la tuya, la mia y la nuestra. Eso no es juramento ni nunca ni siempre, es solo ser, estar y estar siendo juntos aquí, hoy.
Cotorra:
Usted y su chanchura a flor de piel.
Sonrisas compartidas se perdieron en el camino y su feliz coincidencia se repitió más que menos días.
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