Abro la ventana que da al oeste,
por entre árboles y casonas de cemento
puedo ver la montaña helada.
Todavía envuelto de sombras,
este lado del mundo luce intacto.
Tiembla la cortina de marfil,
ahora, danza,
y el frío de los kilómetros me llega veloz,
mis brazos se erizan,
mis pulmones nacen.
Texto, 2004
Nubarrones sobre el Tunari en septiembre, 2007
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